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La encíclica La caridad en la verdad y Casa Juan Diego

Josue es un Trabajador Católico en la Casa Juan Diego, graduado recientemente de la Universidad North Park en Chicago.

Caritas in Veritate (La Caridad en la Verdad) del Papa Benedicto XVI es una invitación a pensar de una manera diferente. Es, sobre todas las cosas, un reto a pensar como cristianos sobre asuntos que van más allá de nuestras “experiencias religiosas perso-nales” o nuestra “vida privada.” La Iglesia muchas veces tiene recursos que no son explorados, más allá de lo que lo secular puede ofrecer, que no solo tratan el asunto del significado de ser humano, pero también (precisamente porque podemos hablar de esto) acerca del mundo de la actividad humana: desde el arte a teoría social o hasta a la economía.

Todo lo que somos y todo lo que tenemos es un regalo. Nuestras mismas vidas nos han sido dadas libremente, y todo aquello que encontramos en nuestras vidas, o hasta adquirimos, no ha sido por nuestra voluntad propia, sino felizmente dadas. Regalos son parte de ser humanos. Contrarias a las versiones del “estado de naturaleza” del hombre sobre las cuales las políticas occidentales están basadas, la Iglesia nos dice que nosotros no somos aislados, creadores racionales, sino amados recipientes, siempre en relación con Dios, la familia, el prójimo, y la cultura. Perfección para los humanos significa el decir “sí” a recibir el regalo de ser, el “sí” al regalo de la voluntad de Dios en nuestras vidas (refiérase al libro escrito por David Schindler titulado Heart of the World, Center of the Church para una hermosa exposición de la receptividad y la perfección).

Como voluntario en la Casa Juan Diego, yo tengo suficientes oportunidades para dar. Honestamente, muchas más de las que yo preferiría, especialmente cuando es café a las cinco de la mañana u otra salida al hospital a la medianoche. Pero también hay mucha belleza en este tipo de trabajo. La gran mayoría de lo que yo doy no es mío, pero algo que se nos ha dado, lo que me lleva a estar agradecido a aquellos que trabajan con los pobres a través de sus contribuciones.

Tal vez la experiencia de un regalo más excepcional que he tenido fue durante un viaje reciente a México. Uno de los huéspedes tenía cáncer avanzado y quería morir con su familia, pero no podía hacer el viaje solo. Los pocos días que pasé con su familia fueron maravillosos. Su hospitalidad fue estupenda y no dejé de recibir regalos como comida y su tiempo. Fue el mismo modelo de cómo nosotros como personas deberíamos recibir inmigrantes en nuestro país, lo que Casa Juan Diego aspira hacer: dar felizmente una cama confortable, buena comida y así compartir historias y cultura. Tal compartir nos ayuda a realizar la hermandad a través de las fronteras, solidaridad con aquellos a quiénes no conocíamos antes. Benedicto XVI señala que más allá de la falta de pensamiento, la falta de hermandad con nuestros hermanos (que no conocemos, pero que, a través de la globalización, estamos inextri-cablemente en relación económica con) es una causa de muchos problemas. ¡Qué triste es que no tratamos de realizar la hermandad y entendimiento cuando hay tanta alegría en ello!

Benedicto comienza su encíclica con una discusión sobre la relación entre caridad y verdad, algo que un cristiano que esté bien equipado está en capacidad de hacer. Ambos caridad y verdad dos vienen de Dios: Tenemos que entender su relación entre sí y con Dios o no sabremos lo que ninguna de las dos verdaderamente son. “Caridad” significa algo que hacemos: ayudar en un comedor de beneficiencia por una tarde durante días festivos o donar algunas de nuestras cosas que ya no necesitamos. Éstos pueden ser ciertamente actos de caridad, pero caridad es mucho más. Caridad, amor, es lo que Dios es, y por lo tanto es también parte de lo que nosotros somos, porque nosotros somos hechos en la imagen de Dios. Nuestra capacidad de dar significa dar libremente tal como nosotros hemos recibido libremente: ésta es la fundación de la discusíon de Benedicto acerca de la caridad y la verdad. Verdad sin caridad no está autenticada; caridad sin verdad es sentimentalismo. Juntas revelan la verdad acerca de Dios y de la humanidad.

A nivel personal, esto significa que ayudar a los pobres no debería ser algo poco común, pero algo ordinario, parte de nuestro ser. Yo pienso en nuestros doctores voluntarios, para quiénes brindar cuidado medico a los migrantes undocumentados es parte de una semana normal para ellos. También pienso en todos aquellos que preparan y reparten sandwiches aquí para dar de comer a los pobres, haciendo y dando algo ordinario. En cuanto a niveles más altos, si queremos que nuestras economías sean formadas basadas en lo que sabemos es verdad acerca de las personas, deben tomar en cuenta e incluir caridad. Esto puede ser un punto de fricción para algunos, pero si nosotros creemos en verdadera caridad al nivel más bajo, negarlo a un nivel más alto significaría rechazar en lo que tomamos como verdad acerca de las personas, aferrándonos simple-mente al sentimentalismo. Como caridad incluye el dar libremente, debería ir más allá de la justicia: yo no puedo darte a tí en caridad hasta que te dé primero lo que justamente te corresponde. Cualquier ayuda internacional que damos a países pobres no es todavía caridad; es muchas veces solamente el principio de la decencia.

Muchos huéspedes en la Casa Juan Diego vienen al norte, porque los trabajos en sus pueblos pagan menos de un dólar la hora. “El costo de la vida es más barato allá,” podríamos decir. Es verdad, pero no es quince veces más bajo que el de nosotros. También podríamos decir “Pero eso es lo que cuesta.” Ésta afirmación es supuestamente moralmente neutral en un sistema secular capitalista, pero es un escándalo absoluto si nos consideramos cristianos. Pagarle a un mexicano setenta y cinco centavos la hora por hacer un par de pantalones de mezclilla es una ofensa a la dignidad humana y no tiene lugar en una economía humana. Ésto solo sirve como un ejemplo de una estructura económica peca-minosa, aunque, ésto funciona bien para los burgueses. Esto indica que hemos adoptado una antropología falsa proclamada por Adam Smith, John Locke, y Milton Friedman, en vez de una visión cristiana del ser humano. Lo que necesitamos es una economía que esté basada en el bien común de Tomás Aquino, y la misericordia y justicia de los profetas de Israel. Una economía basada en el dar libremente y en la búsqueda de un desarrollo integral de la persona y de todas las personas es la única posibilidad cristiana.
Trabajador Catolico de Houston, Vol. XXX, No. 1, enero-febrero 2010.