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La historia de un inmigrante de Honduras

A continuación esta historia resume lo difícil que es cruzar caminos y fronteras sin papeles.

Era un día muy triste para mí el cual yo vivía en esos momentos. En un instante crucé por mi mente el gran sueño americano del cual se habla tanto y fue muy difícil para mí tomar una decisión tan rápido sin saber que tan duro era el camino hacia los Estados Unidos.

Vine por dos razones que eran muy difícil para mí a solucionar en mi país—como sacar adelante a mi familia de la tremenda pobreza que vivíamos y por otro lado era que yo quería continuar mis estudios universitarios que en el cual yo no tenía dinero para pagar y ni mis padres no podían ayudarme porque ellos son muy pobres. Yo tenía que sacrificarme fuertemente trabajande por el día y por la noche y por los fines de semana estudiar para poder cumplir ocn mis dos carreras que llevaba. Era muy duro. Porque aparte de estudiar y trabajar tenía que mantener a mis hijos y a mi mujer, aunque lo hacía con dinero prestado por los bancos.

No más tomé mi mochila y salí sin despedirme de mis seres queridos al cual amo tanto con el corazón. Me acuerdo que ni siquiera les dije adios para no lastimarlos y para que ellos no se dieran cuenta para donde iba.

Quizás en ese momento no pensé lo tan grandioso e importante que era para mí dejar atrás mi familia y mis amigos.

Salí en busca de un futuro mejor sin darme cuenta lo duro que me iba a encontrar un camino lleno de amarguras, tristezas, desolaciones, deses-peración y soledad, donde las espinas, policías, y Federales hacen auto de presencia y no nos dejan caminar con tranquilidad. Agotados por el cansancio que cada día nos hace perder fuerza y energías por el calor agotable que nos azota. El sueño y el hambre. No más esperamos llegar hasta las vías del tren para poder descansar un rato y poder dormir hasta que pase el tren, un tren que corre sin parar y que es muy difícil de agarrar, sin saber que la vida está en peligro y que puedes morir bajo los rieles y que allí tu ilusión termina.

Otros obstáculos que tiene que enfrentar son grupos de delincuentes que se pelean por robar y violar a las mujeres que vienen con el sueño americano. Los famosos coyotes que se alegran al ver emigranes tristes y desconsolados por llegar a E.E.U.U. porque para ellos es fácil ofercerle la luna y las estrellas diciendo que lo van a pasar al otro lado, sin saber el pobre emigrante que desde ese momento él está siendo secuestrado. Porque un ilegal es un indefenso y su vida tiene que arriesgar y estar dispuesto a nunca regresar donde su familia que lo espera con los brazos abiertos y con el amor que solo una madre pueda dar.

Cruzar frontera tras frontera

Camino tras camino tras camino sin papeles fue muy duro y amargo para mí. Hoy no quiero recordar donde muchas veces tuve que llorar por tanta hambre, sed, frio que se apoderaba de mí y saber que era mucho el caminar que me faltaba para poder llegar. Es muy triste atravesar México por lo grande que es y donde hay gente que te desprecia, te apedrea y te trata mal sólo por ser emigrante. Quizás en su corazón no hay paz ni bondad por los demás.

Mientras caminaba me dí cuenta que tan importante era mi familia, mis amigos que muchas veces sufrieron por mí por darme un amor, un consuelo y una felicidad que tal vez yo nunca aprecié ni valoré.

Cuando recoraba en mi mente la canción de Ricardo Arjona, El Mojado, para mí era mucho más difícil y solo me sentaba a llorar.

Tal vez si no hubiera tomado una decisión muy apresurada no sintiera el dolor que hoy siento en el alma y el corazón por lo que me tocó vivir en carne propia. Solo el que no es emigrante no se da cuenta lo difícil que es ser ilegal

El traspasar las fronteras de México para mí era una alegría. Pero cuando tenía que cruzar el Río Bravo, sentí otra vez tristeza y tuve que llorar de nuevo, porque pensé que iba a ser el final de mi vida. Todas mis ilusiones decayeron. Me sentí solo, abandonado, y triste al ver el Río crecer fuerte y que muchos compatriotas morían ahogados. El Río les arrastraba y que ellos nunca volvieron a su país para estar con sus familias.

Cruzar el Río fue muy duro. Burlar la Migración Fronteriza y caminar en el desierto 6 días y 6 noches con mis pies todos rajados echando sangre, con la ropa rota, de hambre, de sed, y cansancio, tomando agua de vez en cuando llena de sucio y de charcos donde sólo los animales del campo toman. Durmiendo encima de espinas, piedras y palos en el monte, saltando cercos con much rápides y escondiéndose de los carros que cruzan las diferentes calles.

Caminar por caminos llenos de tuna y más montes espinosos que hieren la piel es un camino donde se lloran lágrimas de sangre y dolor, que las noches son tan oscuras y que sólo se escucha el cantar de los grillos, el aullar de los coyotes, y una soledad silenciosa que no quiero ni imaginar más.

Mientras yo caminaba y sufría amargamente, mis padres dormían tranquilamente en su casa, sin saber donde su hijo se encontraba, esperando un nuevo amanecer de otro día para soportar el dolor y la tristeza de su hijo que ya no está con ellos. Para poder escuchar su voz, recibir sus abrazos y sus besos. Quisaz fui un ingrato por haberles causado daño y dolor a ellos.

Cuando mi madre y mis hijos se dieron cuenta que estaba secuestrado por el coyote, fue un golpe muy duro para ellos y que se pusieron a llorar.

Al pasar los días recibí una llamada donde mi madre me suplicaba que me regresara para donde ellos, porque estaban sufriendo por mí. No más le dije, madrecita, estoy bien, tenga mucha fe en Dios que él me va a poder ayudar para salir de aquí.

Y fue donde pensé que la mejor solución era escaparme para no pagar gran cantidad de dinero que me cobraban. Me le escapé al coyote y llegué a los Estados E.E.U.U. donde no ha sido fácil, porque aquí te miran con desprecio y te tratan mal, peor que un perro.

Vivir en los Estados Unidos es una carcel mortal aunque haya dinero. Eso no es la felicidad para nosotros los emigrantes donde varias veces abusan de nosotros pagándonos lo que no es justo sin valorar nuestro trabajo, esfuerzos y el sacrificio que hemos hecho para poder llegar y trabajar humildemente y ganarnos el pan de cada día.

Quizás un día a ellos les toque vivir lo que nosotros vivimos para que se den cuenta que difícil es ser inmigrante y ser pobre en esta vida.

No más les pido a todos los emigrantes que amen a su país y que no olviden a su familia ni cultura porque ellos si los aman con el corazón.

Y a todas las personas que quieren venir a los Estados Unidos, que no lo hagan ni se dejen engañar por falsos mentirosos que dicen que aquí es un paraíso y eso es una falsedad.

Ahora que estoy en los Estados Unidos no más pienso en ayudar a mi familia y ahorrar dinero para terminar mis estudios universitarios y sacar a mis hijos adelante y darles una alegría y cambiar nuestro nivel de vida que sea mejor para todos nosotros.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XXIII, No. 3, mayo-junio 2008.