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La beatificación de Franz Jagerstatter, octubre 2007

Por P. Bernard Survil, sacerdote de la Diócesis de Greensburg, Pennsylvania

Yo nunca he visitado a la Tierra Santa. La gente que ha estado allí dice este les ayuda a leer los Evangelios con una perspectiva personalizada. Una vez visto el lugar, la historia de Jesús tiene un escenario que sus propios ojos han visto, incluyendo trazas del Imperio Romano que dominaba la vida del pueblo.

Mis veinticinco años trabajando como sacerdote en El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala me han ayudado a leer los Evangelios como si Jesús hubiera pasado sus 33 años en la tierra en algún pueblito, de Centro América en ese tiempo dominada por, si no una colonia, del Imperio Norteamericano. Y ahora mi semana en Austria para la beatificación de Franz Jagerstatter que vivió sus últimos bajo el dominio de la Alemania Imperial de Hitler me ha dado un entendimiento del compromiso al Reino del que Jesús hablo, significa para una persona tratando de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios en el medio del siglo 20, el tiempo del Tercer Reich.

Cuando a Franz se le dijeron que debía tomar el juramento al Fuhrer, él rehusó porque estaba convencido que anularía su compromiso bautismal al Jesús de la no violencia, remplazándolo con un juramento a la violencia de Hitler. (Ver la historia en la primera página en el Trabajador Catolico de Houston de septiembre-octubre 2007 ).

Franz habría llegado a los 100 años si hubiese vivido para ver su fotografía gigante levantada detrás del altar de la Catedral de Linz, Austria el 26 de Octubre del 2007, para el aplauso de unas 5,000 personas, incluyendo a varios cardenales y docenas de Obispos. La mayoría de estos son los sucesores de aquellos prelados austriacos “que no se les dio la gracia” – como lo expresó Franz – para rehusar cooperar con el Régimen Nazi. Y ahí en la primera banca de la Iglesia, estaba la viuda de 94 años de Franz, Franziska, tan real en su apariencia como la Reina Isabel misma de Inglaterra. A su lado estaban las tres hijas de la pareja, la más joven siendo Louisa, que nació en el mismo mes y año que yo. (mayo, 1940)

Franziska recibió atención constante en la Catedral, y también más tarde durante el día en la opera llevada a cabo en la antigua Catedral y compuesta en honor de Franz. Esta opera represen-taba la tierna consideración que Franz siempre tuvo por Franziska y sus tres hijas mientras se preparaba con resolución para su ejecución. Franziska mereció la atención durante la beatificación, porque las cartas que ellos intercambiaron mientras Franz estaba en la carcel revelaba el apoyo total que ella le proveía a su marido a pesar del sacrificio que su muerte significaría para ella y sus hijas. Los honores para Franziska continuaron esa noche en el Palacio del Gobernador en la Alta Austria, donde la recepción se realizó y discursos fueron hechos. En 1983 Austria emitió una estampilla en su honor y en 1997 anularon la corte marcial de Franz del Reich. Finalmente en el 2007 la Iglesia lo declaró un verdadero mártir digno de ser imitado. Regocijémonos de que halla pasado.

Nosotros los peregrinos entonces fuimos hasta el pueblo de Ostermiething, a tres millas del pueblo de Franz para una vigilia de paz en el templo de la parroquia la noche del 27 de octubre. Habían más discursos pero lo más significante para mí fueron la presentaciones preparadas por los niños y los jóvenes del pueblo. Una dramatizó el sueño de Franz del “Tren al Infierno”. En el sueño el tren estaba sobrecargado con ambos adultos y niños que estaban dispuestos a seguir a los Nazis hasta la condenación. Pero en el drama esa noche se les preguntó a los niños, “Vas a abordar este tren al infierno? Y uno por uno respondieron “¡Nein!” y explicaron en una frase porque no irían. Entonces los adolescentes cantaron una canción optimista toda en Alemán excepto la frase en inglés: STAND UP! (levántate) Stand Up for the truth (¡Defienda la verdad!) … “Levántate en contra de “ese sueño falso” como Franz lo llamaba. Pude ver porque la “vieja Europa” se mantuvo en contra de la participación en la invasión y ocupación de Irak. Ellos habían aprendido el consejo de Franz. Ahora le toca a nosotros los estadaoudinenses tomar y vivir el consejo tambien. Para hacer eso, ayuda aprender más sobre Franz Jagerstatter .

El domingo 28 de octubre el Padre Pickard y yo nos reunimos con Padre Stein-kellner, párroco de la parroquia de la villa de Franz. El graciosamente nos prestó un alba para concelebrar la liturgia, presidida por el Obispo Ludwig Scharz de Linz y acompañado por el Obispo jubilado Maximiliam Aichem y el Obispo de Innsbruck Manfred Scheuer que postulaba la causa de beatificación de Franz.

Aquellos de nosotros que llegamos temprano en San Radegund depositamos las intenciones de oración que habíamos traído con nosotros y luego oramos en la tumba de Franz. Luego nos unimos a la procesión que empezaba en las afueras del pueblo. Mientras que el hijo favorecido de este pueblo, Franz Jagerstatter, era la razón para esta celebración de su pueblo, Franziska, nuevamente, se robó el cuadro. Mientras que sus hijas viajaban en el coche ornamental arrastrado por un par de caballos de espectáculo, Franziska se unió a la procesión en un carro del lado de una motocicleta, seguramente como recordatorio para todos nosotros que ella y Franz habían viajado a Roma en esa forma para su luna de miel en 1936. Esta visión trajo vítores y ovaciones de alegría a la multitud.

Los vítores y ovaciones de alegría los necesitábamos, porque el padre Pickard, yo, y dos seglares católicos que también visitaron el campo de concentración austriaco de Mauthasen donde 105,000 personas perecieron como resultado de los torturas de la vida en el campo o fueron matados. Con las cámaras de gas y el crematorio se encuentra junto a otros campos más conocidos como Auschwitz, Buchenwald, y Dachau. Estos fueron los sitios para el Calvario de la humanidad en la Europa cristiana del siglo 20. El rechazo de Franz y el reconocimiento de la Iglesia de este martir de la Fe, indica nuestra camino para evitar los errores del siglo 20. Podemos lograrlo diciendo NO a la guerra y a la preparación de la guerra y estar dispuestos a aceptar las consecuencias de esta NO. Y sí, hay consecuencias. Tal vez no seamos beatificados como Franz, pero más bien ganaremos la corona prometida a los fieles.

En 1977 Marcos y Luisa Zwick fueron a El Salvador bajo los auspicios de Padre Bernard, lo que inició toda la aventura de la Casa Juan Diego, El Trabajados Catolico de Houston .

De El Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVII, No. 6, noviembre-diciembre 2007.