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San Francisco de Asís conquistó por la espada de amor

Deseamos despertar a aquellos católicos indiferentes a las dolorosas necesidades del día–la necesidad de un regreso al espíritu de pobreza y caridad franciscana.

Estas personas cómodas, también, que no se dan cuenta de lo injusto de esta existente orden, necesitan saber de las condiciones existentes. Están muy aptos a ver las cosas desde el lado del empleador, puesto que la radio, los periódicos y el interés público por lo regular están al lado de la riqueza e influencia. Si ellos cooperan con el trabajador en lugar de colocarse al lado del empleador, la justicia prevalecería.

El Padre Cuthbert de Inglaterra en un folleto titulado San Francisco y tú, publicada en 1905, escribió: San Francisco delineó la fundación de un nuevo orden social de las cosas dentro de la Iglesia. Esta fue su obra especial, y el trabajo de su orden–de inducir a la sociedad cristiana a vivir según los principios cristianos, a ser cristianos de hecho real al igual que por profesión. San Francisco al imponer sobre sus Terciarios el precepto de nunca tomar armas excepto en defense de la Iglesia, proporcionó un golpe fatal al sistema feudal entero. Hoy, entonces, los católicos necesitan ser fuertes y perfectos cristianos, dispuestos a sacrificarse a si mismos–su comodidad y sus intereses personales, sus prejuicios y pequeños ideales–al más grande interés de ganar el mundo moderno a Cristo y su Iglesia, hombres que no se retiren de la batalla, ni teman las pobrezas ni trabajo. Este es un tiempo cuando la Iglesia necesita apóstoles para convertir el nuevo mundo del pensamiento y acción que ha aparecido en estos días: y ella llama a sus hijos para que hagan su parte, cada uno según su habilidad y oportunidad, en el trabajo que aparece ante ella.

Estas palabras son tan verdaderas hoy como lo eran en 1905. Hacemos un llamado a la gente cómoda a que reconoza y luche contra las maldades que están sumergiendo a la gente y haciéndola, en su ciega y perversa desesperanza humana retirarse de su Madre la Iglesia.

No Hay Ayuda de la Cruz Roja

Recordamos a nuestros cómodos lectores, para quien estos cuentos de huelga y motines son algo fuera de su vista, que la Cruz Roja en muchos casos se ha rehusado a dar ayuda a las mujeres que se están muriendo de hambre y a sus hijos cuando había una huelga. Fueron los comunistas quienes colectaron comida y ropa para las familias de los mineros emprendiendo sus batallas industriales en Kentucky, para las familias de los huelguistas de textiles en Carolina del Norte.

De nuevo, huelgas mayores amenazan, huelgas del fierro, huelga de textiles de algodón, huelgas de cargadores, huelgas de troqueros, y muchas de estas huelgas ya están sucediendo.

¿Es que se va a dejar que los comunistas socorran a los oprimidos, que peleen por los desempleados, para colectar fondos para mujeres y niños que tienen hambre? Es cierto que en una ciudad grande como Nueva York se da ayuda a muchos que no lo necesitan y que el abuso abunda. Pero esto no significa que en las secciones industriales la gente está propiamente atendida y alimentada. Las estadísticas enseñan que los hijos de los mineros en secciones sin sindicatos nunca supieron lo que era beber leche, nunca vieron una naranja. Sabíamos de una criatura comunista que colectaba dinero de entre de sus amigos de la escuela para añadir al fondo de ayuda para esos niños.

Para ganarse al trabajador

Para alimentar a los hambrientos, vestir al desnudo, darle albergue a los que no tienen hogar–estas obras corporales de misericordia están muy frecuentemente hechas por la oposición ¿y con que propósito? Para ganar para las banderas del comunismo a los trabajadores y sus hijos.

Estos trabajadores no realizan aquellas palabras de San Pablo, “Si yo reparto todo lo que poseo a los pobres, y si entrego hasta mi propio cuerpo pero no por amor, de nada me sirve.”

La mayoría de los católicos hablan de los comunistas con aliento de horror. Aun así esos pobres desafortunados que no tienen la fe que los guíe están aptos a tener más oportunidad ante los ojos de Dios que aquellos católicos indiferentes que ven lo que está pasando y no hacen nada por “los más humildes” de quien hablaba Cristo.

Trabajador Catolico de Houston, Vol. XV, No. 6, sept.-oct. 1995 (Reimprimido de El Trabajador Católico de Nueva York, junio 1934.)